31 Judas y los suyos se lo agradecieron y les exhortaron a que
también en lo sucesivo se mostraran bien dispuestos con su raza. Llegaron a
Jerusalén en la proximidad de la fiesta de las Semanas.
32 Después de la fiesta llamada de Pentecostés, se lanzaron contra
Gorgias, el estratega de Idumea.
33 Salió éste con 3.000 infantes y cuatrocientos jinetes,
34 y sucedió que cayeron algunos de los judíos que les habían
presentado batalla.
35 Un tal Dositeo, jinete valiente, del cuerpo de los tubios, se apoderó
de Gorgias, y agarrándole por la clámide, le arrastraba por la fuerza con el
deseo de capturar vivo a aquel maldito; pero un jinete tracio se echó sobre
Dositeo, le cortó el hombro, y Gorgias huyó hacia Marisá.
36 Ante la fatiga de los hombres de Esdrías que llevaban mucho
tiempo luchando, Judas suplicó al Señor que se mostrase su aliado y
su
guía en el combate.
37 Entonó entonces en su lengua patria el grito de guerra y algunos
himnos, irrumpió de improviso sobre las tropas de Gorgias y las derrotó.
38 Judas, después de reorganizar el ejército, se dirigió hacia la ciudad
de Odolam. Al llegar el día séptimo, se purificaron según la
costumbre y
celebraron allí el sábado.
39 Al día siguiente, fueron en busca de Judas (cuando se hacía ya
necesario), para recoger los cadáveres de los que habían
caído y
depositarlos con sus parientes en los sepulcros de sus padres.
40 Entonces encontraron bajo las túnicas de cada uno de los muertos
objetos consagrados a los ídolos de Yamnia, que la Ley prohíbe a
los
judíos. Fue entonces evidente para todos por qué motivo habían sucumbido
aquellos hombres.
41 Bendijeron, pues, todos las obras del Señor, juez justo, que
manifiesta las cosas ocultas,
42 y pasaron a la súplica, rogando que quedara completamente
borrado el pecado cometido. El valeroso Judas recomendó a la multitud
que se mantuvieran limpios de pecado, a la vista de lo sucedido por
el
pecado de los que habían sucumbido.